miércoles, 26 de agosto de 2009

A las 10 esta noche

Hola a todos. Lo primero la hora de la cena : Las 10. Como siempre creo. Yo de un año para otro lo olvido. Lo segundo disculparme por haber tenido abandonado el blog. En Málaga estoy fuera de red. Sólo he podido ver el blog dos veces y desde un iphone prestado.
Para el que se aburra y no tenga nada que hacer hoy, ahí va un artículo de la particular visión que tiene mi hermano de una caseta de feria:



La ciudad efímera (I)

Que las ferias tienen su origen en propósitos más especulativos que lúdicos es por todos conocido; de cómo lo festivo se va superponiendo a lo lucrativo eclipsando toda posibilidad de negocio, es resultado de la injerencia que, en la voluntad afanosa del mercader, perpetran el Langostino (rayado de Sanlucar), el jamón ibérico, la caña de lomo, el pescaito frito, la cerveza bien tirada y todos aquellos vinos que legítimos o ilegítimos, como el rebujito, borran el recuerdo salino del paladar habilitándolo para una nueva pitanza; así, en ciclo interminable y respondiendo a una posología anunciada año tras año. La promotora e inductora de este mercadocidio, la caseta.
La caseta surge, paradójicamente, para poner orden y concierto en el arrabalero mercado de las ferias medievales. La jarana y divertimento que acompaña a la feria mercantilista, propiciada por la connivencia de las fiestas patronales y las exenciones fiscales, interrumpen y dificultan el desarrollo de los intercambios comerciales, provocando por parte de mercaderes y artesanos la demanda de agentes de vigilancia y coordinación de la feria. De esta guisa nace la caseta y con ella se introduce el germen que, invirtiendo los valores de su propósito, corromperá la feria.
En una suerte de darwinismo y selección natural, en la que sólo el mejor adaptado sobrevive, se soportan degluciones consecutivas e infinitas, procesos digestivos inacabados que se coronan, precipitadamente, en evacuaciones nada protocolarias al abrigo de la noche; se beben todo tipo de fluidos, en los que la mezcla caprichosa y el alcohol se conjuran para doblegar la verticalidad de la pose; se afrontan retos acrobáticos que permiten sostener con una mano la copa de vino, mientras con la otra se descabeza un langostino que, ya sin vida, se resiste al desuello. Todo ello durante horas interminables, en medio de una algarabía de sonidos encontrados que fluyen desde las diferentes casetas, alimentando un caudaloso karaoke perverso e incoherente.
Es el nacimiento de una nueva especie, sobredimensionada, de genética abusiva y de culo castigado por la voluntad interina del exceso, profetizado ya por el soneto quevediano: pero al tiempo, de sentidos hiper desarrollados que confieren el talento de poder conversar con el gesto , con monosílabos que acompañados por testigos del condumio, prevarican contra el lenguaje y colonizan el rostro ajeno de ibéricas presencias; de agudos mecanismos visuales que permiten discernir, entre la espesura de restos y enseres, la ambrosía porcina, el elixir de la eterna digestión.
Es la especie que prospera, el germen que prevalece sobre los débiles, que en España define caracteres y que en Guadalcanal se vuelven superlativos. Son los tercios de una caseta de feria.

David Vega.

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